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Un paseo por Ourense. Redescubriendo la ciudad termal.

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Entre el calor que hacía fuera y lo bien que se estaba en la habitación nos costó salir del hotel. Habíamos bajado a desayunar un par de horas antes: buen café, zumo y además de los típicos dulces había también bocadillos de pan recién hecho que hicieron que el hotel ganase más puntos.

Las mochilas pudimos dejarlas en recepción para poder visitar Ourense mucho más cómodamente y no tardamos en parar en un negocio de los que ya se ven pocos.

Sellos, conchas, monedas o minerales, todo etiquetado y presentado con mucho detalle. Una familia dedicada a la colección y el cuidado de objetos con mucha historia. Allí estuvimos un rato charlando y con una nueva concha y una piedra en la mochila continuamos por la Rúa do Progreso (calle del Progreso) hasta llegar a la plaza Bispo Cesáreo y desde allí adentrarnos en el casco histórico de la ciudad.


 

Me encantaron las placas con los nombres de las calles, intentan recuperar los modelos antiguos, están hechos en cerámica, con un las letras en un precioso color azul, fueron cambiadas por el Concello hace unos años, dentro del proyecto Memorias na Rúa (Memorias en la Calle). Ahora además del nombre de la calle pueden leerse algunos datos más sobre el lugar o el homenajeado para que la historia de la ciudad no caiga en el olvido.


 

No tardé mucho en encontrar una buena mesa a la sombra. En la Praza Maior (Plaza Mayor) tomamos un café con hielo a ritmo de gaitas y de vítores a los recién casados que salían del ayuntamiento situado en la misma plaza.

La original Casa do Concello (Casa del Ayuntamiento) del siglo XVI no dudó en situarse al lado de la casa del obispo para darle así a la autoridad municipal el mismo peso que tenía por entonces la iglesia. Fue reconstruida a finales del siglo XIX tras hundirse el tejado con el peso del reloj colocado en lo alto y ser el edificio declarado en estado de ruina.

La particularidad de esta plaza, es que es la única inclinada de todo el país. Aquí desde la Edad Media se han celebrado mercados, ferias y hasta corrridas de toros. Hoy en día en sin duda uno de los lugares más frecuentados por locales y visitantes.


 

Unos pasos y estábamos en la Catedral, dedicada a San Martiño o Martín. Según cuenta la leyenda, un rey suevo le pidió a San Martin de Tours que curase a su hijo enfermo y en señal de agradecimiento levantó el templo en su honor allá por el siglo VI.

Algo triste nos recibió el Pórtico del Paraíso, siempre relegado a un segundo plano por su famosísimo hermano de la Catedral de Santiago. Paseamos por un interior con poca gente y disfrutamos del frío de la piedra y de la luz del impresionante cimborrio inspirado en el de Burgos que tardaron seis años en hacer. Pero he de reconocer que de las cosas que más me gustaron, además del rosetón, fueron los preciosos sofás-asientos tapizados en terciopelo rojo que se repartían por el interior del templo.


 

Callejeamos sin rumbo, descubriendo puertas, escaparates y un casco histórico realmente bonito y envidiable. Mis recuerdos de Ourense se limitaban a muchas horas de pabellón (cosas de tener una hermana gimnasta), conciertos, festivales y la típica excursión con el colegio para visitar As Burgas.

Me enamoró una ciudad que le dedica una plaza a su grupo más conocido: Los Suaves. A quienes habíamos visto, otra vez, en el Festival Derrame Rock cuando celebró su 20º aniversario en la ciudad.


 

Si en la bonita localidad de Rianxo podíamos pasear antes las casas de Castelao, Dieste o Manuel Antonio, en Ourense, concretamente en la Rúa Paz, nacieron Otero Pedrayo, Vicente Risco y Blanco Amor.

Esa alta concentración de escritores brillantes por metro cuadrado es algo que me tiene intrigada. Me quedé un rato en esa calle, sin hacer nada, simplemente mirando el trajín de las gentes y la fachada del Teatro Principal, pensando lo que sería encontrarse con cualquiera de ellos al ir a comprar el pan.


 

Tanto caminar y descubrir me había dado hambre y el calor no nos daba una tregua, así que fue genial encontrar una calle estrecha, con mesitas fuera y sombra en la que nos paramos a comer. Parecía el típico bar gallego de tapas, normal y corriente, pero la carta del menú con un duende e historia incluida presagiaba que habíamos acertado bien.

Platos e ingredientes súper apetecibles y más sorpresas con un moderno y tatuadísimo camarero y unos platos muy bien presentados que convencieron a varios paseantes a ocupar las mesas contiguas.


 

No quisimos hacer demasiada sobremesa, necesitaba moverme ante el riesgo de quedarme sentada allí fuera por tiempo indefinido. Había comido tan bien que aquello merecía un descanso pero faltaban unas horas para que saliese nuestro tren y quería acercarme a las fuentes a tocar, como de pequeña, el agua ardiendo.

Abandonamos el Comellón prometiéndonos repetir aquella deliciosa ensalada y nos vimos de nuevo en la plaza inclinada, elegimos la calle de la derecha del Concello y una original escultura de bronce, en un pequeño jardincillo, hizo que la tarde tomase otro rumbo.

Me acerqué, quería saber quién la había hecho, me gustaba. Mientras me acercaba a aquellos niños que intentaban trepar por un árbol, se me aceleraron las pulsaciones, sin motivo aparente, me emocioné viendo cómo se estiraban para llegar arriba y al principio cuando vi la placa en el suelo, sólo leí el nombre de Castelao. Mi intriga iba en aumento pero solo hicieron falta dos segundos para que leyese bien la frase y mis nervios de mariposa se convirtiesen en estupefacción cuando vi que la escultura era un homenaje a Alexandre Bóveda.

Ya tenía los ojos llorosos y Raúl que ya me conoce, tuvo el detalle de hacer las fotos mientras yo me metía en unos soportales para no dar demasiado espectáculo. Pero qué le voy a hacer, soy hiper sensible y si tengo que llorar pues lloro, ya sea en un concierto, viendo una película o delante de una piedra. Pero es que además soy Bóveda.

 

Me levanté, el pequeño portal en el que me había sentado estaba abierto, su puerta roja dejaba ver un interior de piedra y se notaba una fría corriente. Pensaba en las casualidades, en las grandes sorpresas que puede darte elegir una calle cualquiera, pero sobre todo pensaba en mi abuelo. Mi Bóveda de referencia se había ido tan sólo unos meses atrás pero no dejaba de acompañarme en todos mis viajes.

Y allí estaba yo con mis pensamientos cuando escuché una voz que no era la de Raúl sino la de un vecino del edificio, que copa de licor café en mano me decía algo. Mientras me levantaba vi la placa, al mismo tiempo que la voz me decía que él vivía en ese portal, en el mismo en el que había nacido Bóveda.


 
 

Una cosa llevo a la otra, yo me dejé llevar y me olvidé de las mochilas, las Burgas y hasta del tren. En la misma acera, conocimos un local, Starla Cantinas, y a su dueño, con el que estuvimos un buen rato hablando de música y viajes mientras probábamos buenísimos brebajes, cervezas artesanas y vinos medievales.

Paramos unos minutos en As Burgas, tampoco hubiésemos aguantado mucho más. El aire era muy caliente y empezaba a notar el cansancio. Eso sí, probé como el agua sigue saliendo increíblemente ardiendo y no intenté eso de aguantar no sé cuántos segundos con la mano bajo el chorro.


 
 

Tuvimos el tiempo justo para pasar por el hotel a recoger las mochilas y despedirnos del personal, al que parecíamos conocer de siempre. Me hubiese quedado una noche más pero así tenemos la excusa para volver. Tenemos pendiente una visita a las termas, así que Ourense ¡¡¡nos vemos pronto!!


 

11 Comments

  1. Kris dice:

    Me han llamado mucha la atención varias cosas que cuentas, sobre todo lo de la plaza inclinada. De ahora en adelante iré comprobando por toda Eapaña la inclinación de las plazas ¡a ver si de verdad es tan única como nos cuentas!
    Un abrazo y gracias como siempre por descubrirnos tanto de tu tierra gallega.

  2. Lilián dice:

    Maru
    Como siempre te pasaste! Este post está maravillosamente redactado y transmite la emoción de haber recorrido este lugar.
    Yo lo desconocía y me impactaron algunos detalles como la Plaza Inclinada, los carteles de las calles que recuerdan èpocas pasadas, o esa Catedral de San Martín que se ve fantástica.
    Todo me ha sorprendido.
    Lo que no me sorprendió es ver que siempre la mùsica está unida a vos… lo digo por esa calle “Los Suaves”. Que genial que le hayan puesto ese nombre para honrar a sus mùsicos.
    Te felicito amiga! Un placer leerte.
    Un beso grande,
    Lilián

  3. Gran Pumuki dice:

    Conozco esta ciudad, pero pasé poco rato y hace mucho tiempo. Gracias por descubrirme estos lugares.

    Saludos
    GranPumuki

  4. SILVIA dice:

    Cada vez que veo y leo algo de MARUXAINAYSUMOCHILA descubro algo nuevo a veces bonito,a veces triste, a veces te revoluciona los sentimientos así como siempre digo: un ole por ella que se lo merece. No os lo perdáis.

  5. Sabela dice:

    Pues mira que he ido yo veces a Ourense y no he tenido un día tan fantástico como el tuyo! vaya lujazo de sitios que habéis encontrado! tomo nota para la siguiente!
    Gracias por compartir información tan interesante!
    Un abrazo!

  6. Ourense es una ciudad que no conozco pero viendo tus fotos y leyendo tu post me han dado ganas de ir y conocer un poquito más esta ciudad.
    Un saludo!

  7. Qué buena ruta y vaya que si os cuidáis bien. Buena gastronomía y rica cerveza. ¿Qué más se puede pedir?

    ¡Un saludo! 🙂

  8. […] La particularidad de esta plaza, es que es la única inclinada de todo el país. Aquí desde la Edad Media se han celebrado mercados, ferias y hasta corrridas de toros, hoy en día en sin duda uno de los lugares más frecuentados…  […]

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