Sibiu era uno de los sitios que no queríamos saltarnos en nuestro largo viaje por Rumanía. Llegamos cansados, era sábado y habíamos madrugado, primero un bus desde Cluj Napoca hasta Sebes y después en tren hasta la ciudad de los tejados con ojos.
Nuestro sexto día en el país no había amanecido bien. La noche pasada en el hotel encima de la estación de autobuses de Napoca, fue de lo más práctico para salir por la mañana temprano, salvo por el ruido a todas horas.
En Sibiu, en pleno verano había poca disponibilidad y ni una habitación por menos de 50 euros. Reservamos sobre la marcha en el Hotel Sonne, no estaba en el centro y dimos mil vueltas gracias a un amable chico que nos envió en dirección contraria. La habitación era enorme, estaba encima de un súper y el desayuno buffet compensaba con creces lo soso que era el lugar.
A poco más de 200 kilómetros de Bucarest, Sibiu fue fundada por comerciantes alemanes en 1190 con el nombre de Hermannstadt, aunque la versión romántica cuenta otra cosa. Según la leyenda, los niños que escaparon del flautista de Hamelin, recorrieron bajo tierra la distancia hasta Varghis, cerca de la actual Sibiu, salieron al exterior a través de una cueva y al ver lo bonito que era el lugar decidieron quedarse. Esa es la explicación para la aparición de aquél pueblo de pelo rubio, ojos azules, con otro idioma y ajenas costumbres.
Dejamos el hotel y seguimos la interminable Strada Stefan cel Mare. Nuestra intención era llegar a la Piata Mare, el centro de la ciudad que durante ciento un años fue la capital de Transilvania. Ahora Sibiu cuenta con una las ofertas culturales más amplias del país, se ha rehabilitado su casco histórico y las calles empedradas recuerdan su pasado medieval.
Parecía que todos íbamos hacia el mismo sitio, las terrazas estaban llenas, familias de compras y se oía música al fondo de aquella animada calle peatonal. Así que esquivamos sombrillas, camareros y grupos de turistas hasta llegar a la plaza.
Había concierto y toda la zona estaba vallada. Apenas paramos un par de minutos delante del Museo Brukenthal, un palacio barroco propiedad del gobernador de Transilvania en el siglo XVIII. El barón Samuel von Brukenthal donó su colección de arte a la ciudad y su museo fue el primero abierto al público en Rumanía (1817).
Actualmente su bilbioteca y colección de pintura son de lo mejor del país, así que si teneis oportunidad no dejeis de visitarlo y vereis algún Rubens, Tiziano o Boticelli. En nuestro caso ni siquiera pudimos hacer unas fotos con la cantidad de gente que había así que para que os hagais una idea de cómo es la plaza y el palacio he tomada prestada una de Wikipedia.
Probamos en varios sitios y todo estaba imposible para poder cenar, conseguimos una mesa minúscula y apretujada entre otras dos en medio de la calle. No era lo que habíamos pensado pero viendo que no había muchas más opciones nos quedamos. Fue de las cenas peores atendidas de mi vida, para una pizza estuvimos casi dos horas esperando, conseguir una cerveza fue el logro de la noche y lo peor es que no teníamos escapatoria. Cosas de la naturaleza empezó a llover de tal manera que hasta el concierto se anuló por lo mal que se puso la noche y dentro del local no cabía ni un alfiler.
Tenía los pies prácticamente en agua, subí las piernas y me senté a lo hindú para saborear aquella masa sosa y con ingredientes escasos. Si no hubiese estado tan cansada hubiese protestado pero opté por no arruinarme más la noche y cambiamos de local para ir a uno de divinos a probar combinados de exóticos nombres y desear que amainase aquella lluvia.
Volvimos al hotel mojados, a pie y a oscuras porque muchas calles apenas estaban iluminadas. En recepción no había nadie, era como si el hotel estuviese vacío, ni un ruido. Atacamos algo de nuestra reserva de víveres viajeros, aprovechamos la estupenda señal del wifi e ideamos planes aternativos por si al día siguiente se repetía el mal tiempo.
El estupendo desayuno con huevos fritos, queso, panes con semillas y zumo de verdad hicieron que el día empezase con mucho mejor humor.
Como el día anterior apenas habíamos podido ver nada decidimos quedarnos una noche más y pasar el día recorriendo sin prisas la ciudad. De camino al casco histórico, muchas casas cerradas, con aspecto descuidado pero igualmente bonitas.
Dejamos atrás la Piata Mica (Plaza Pequeña) con sus soportales ocupados antiguamente por los artesanos y volvimos a pasar por la Piata Mare, más vacía que la noche anterior y preciosa con sus edificios de colores. Como en muchas otras plazas medievales aquél también era el lugar de las ejecuciones públicas aunque quizá alguno pudiese escapar y perderse por alguna de las callejuelas que la rodean.
El estupendo desayuno con huevos fritos, queso, panes con semillas y zumo de verdad hicieron que el día empezase con mucho mejor humor.
Como el día anterior apenas habíamos podido ver nada decidimos quedarnos una noche más y pasar el día recorriendo sin prisas la ciudad. De camino al casco histórico, muchas casas cerradas, con aspecto descuidado pero igualmente bonitas.
Dejamos atrás la Piata Mica (Plaza Pequeña) con sus soportales ocupados antiguamente por los artesanos y volvimos a pasar por la Piata Mare, más vacía que la noche anterior y preciosa con sus edificios de colores. Como en muchas otras plazas medievales aquél también era el lugar de las ejecuciones públicas aunque quizá alguno pudiese escapar y perderse por alguna de las callejuelas que la rodean.
Y en aquellas callejuelas nos cruzamos con unos journeyman, que quedaban perfectos con sus típicas vestimentas. Conocimos a dos en Pamukkale y después gracias a los chicos de O Viaxadoiro nos enteramos de la historia de estos peculiares viajeros.
Las ventanas ovaladas no dejan de espiarte durante todo el paseo y por momentos parece que has retrocedido siglos, salvo por la comida...La gastronomía rumana es de las que menos me ha gustado y más me ha aburrido, demasiada carne y pocos alimentos frescos. Quizá por eso la ensalada de ese día me supo tan bien y la recuerdo como de lo mejor que comí aquél viaje.
Por alguna razón que no recuerdo no entramos en la iglesia evangélica Santa María, sin duda llama la atención por su torre central y las cuatro más pequeñitas que la rodean. Es un buen punto de referencia para no perderte mientras deambulas por Sibiu.
Y de una iglesia a otra pero esta vez ortodoxa. La catedral de la Santísima Trinidad no estaba en nuestros planes visitarla, de hecho estabamos buscando un café para beber algo antes de desfallecer del calor. Pero alguien se cruzó en nuestro camino sin rumbo y su forma de caminar tan convencida, cámara de fotos en mano y la ilusión de sus ojos, provocó nuestra curiosidad y decidimos seguirle.
Diseñada con la imagen de la basílica de Santa Sofía de Estambul en mente, desde fuera no parece nada atractiva con sus ladrillos rojos y amarillos. Aunque detalles como el limpia botas hicieron que me gustase antes de entrar.
Me recordó a cuando de pequeña entraba en un circo y miraba el techo de brillante lona azul con estrellitas doradas. Era espectacular y uno de los motivos por los que recomendaría Sibiu. Si bien los templos ortodoxos son conocidos por sus coloridos murales aquellos hicieron que estuviesemos allí dentro un buen rato alucinando con cada uno de los detalles. Tanto nos fijamos que en una de las escenas de la vida de Jesús que había representada reconocimos a uno de nuestros canciños: ¡¡¡era igual que Little!! Saltando todo loco como cuando llegamos de viaje.
Había varias señoras cubiertas con pañuelos rezando, para nuestra sorpresa, cuando vieron entrar al fotografiado cura acudieron presurosas hacia él haciéndole varias reverencias. Una madre elevaba a un pequeño para que besase una vitrina mientras recitaban una oración, yo volvía una y otra vez la mirada a aquellos murales.
Salimos al calor dejando la catedral iluminada por la vitrina de la Santísima Trinidad para acercarnos al Podul Minciunilor. Es el puente metálico más antiguo del país, construído para comunicar las dos partes de la ciudad y con leyenda incluída: las mentiras hacen que chirríe y aquél que diga la mentira más grande hará que el puente se derrumbe.
Dejamos en el Puente de las Mentiras a varias parejas prometiéndose amor eterno, eran demasiadas y no queríamos tentar a la suerte. El puente estaba a punto de caer por una sobredosis de azúcar y almíbar y es que tanta telenovela en la televisión rumana, además de para aprender español, tiene sus efectos.
No entramos en el Museo de Historia Natural, con llamativas figuras de dinosaurios en el jardín, sino que paseamos alrededor de la muralla. Sólo quedan en pie dos de las 39 torres defensivas que tenía la ciudad, porque Sibiu fue centro de muchos conflictos debido a su emplazamiento estratégico al pie de los Cárpatos y a su condición de parada obligatoria entre Maramures y Cluj.
Terminamos el día entrando en un café-cerveceria para aplacar un poco la sed y huir del sol, no había nadie salvo el personal y sonaba música celta. En las paredes muchos cuadros con recortes de prensa recordaban grandes titulares como la muerte de Kennedy o la de Elvis. Mucha madera, telas escocesas y un cuadro que ponía el punto final perfecto para nuestro recorrido en Sibiu.
Por la mañana dejaríamos una ciudad pionera en Rumanía, la primera farmacia, hospital, zoo y la primera escuela se abrieron en Sibiu. Fue la segunda ciudad europea con tranvía eléctrico y en 1895 se publicaba aquí la 3ª enciclopedia europea. Nos esperaba Sighisoara, la ciudad en la que nació Vlad Tepes, el héroe del país.
15 Comments
A pesar de que Sibiu me decepcionó un poco (lo malo de tener una idea muy elevada de un lugar) no hay duda de que es una preciosa ciudad. Yo la encontré llena de carpas y puestos de comida debido a unas fiestas, y eso sin duda le restaba encanto. Aún así es innegable su atractivo, incluso en esas murallas con torres de las que no hablas y a las que no todos los viajeros se acercan. Tengo bueno recuerdos de Sibiu a pesar de todo, y si algún día nos vemos, te contaré algo que me ocurrió la última noche que seguro te encantará porque es un historia muy personal y emotiva. Un abrazo.
Nosotros también la encontramos con mucha gente cuando fuimos. Pero Sibiu sí es una ciudad bonita como dices. Me quedo con la intriga, cuando nos veamos no nos va a dar el tiempo para todo lo que tenemos que contarnos 🙂
Un abrazo guapa.
[…] la ciudad vimos una iglesia ortodoxa pintada en blanco y negro, y yo que me quedé enamorada de la catedral de Sibiu no dudé en entrar para volver a apreciar los […]
Me ha encantado Sibiu, todo todo y todo. Sin duda me la apunto para el viaje a Rumanía que espero algún día poder hacer.
Estupenda entrada!!
Un abrazo
Carmen
Muchas gracias 🙂
Te encantará Sibiu Carmen!!Rumanía tiene un montón de lugares realmente bonitos, si estás buscando próximo destino tenlo muy en cuenta 😉
Un abrazo!!
[…] los sitios por los que paso. Así durante nuestro viaje por Rumanía, visitando la bonita ciudad de Sibiu conocida por sus tejados con ojos, leímos que su origen podría estar relacionado con nada menos […]
[…] la ciudad vimos una iglesia ortodoxa pintada en blanco y negro, y yo que me quedé enamorada de la catedral de Sibiu no dudé en entrar para volver a apreciar los […]
Muy interesante, no sabía que había sido capital europea de la cultura. Por cierto, me han encantado los murales pero, ¿qué era la mano en la pared? o ¿para qué era? es que me he quedado o_O cuando la he visto (en las primeras fotos)
Saludos,
Pois si,creo que este año o el próximo es Cluj Napoca también en Rumanía,
La mano de la pared no tengo ni idea, uno de los mil detalles de viejas casas/edificios cerrados que en su momento debieron ser increíblemente bonitos.Investigaré a ver si encuentro algo 😉
Muchas gracias por tantos detalles y fotos. Parece que ya lo conozco, pero no. Lo tengo pendiente y me guardo este artículo para entonces
Saludos,
GranPumuki
Gracias a tí Gran Pumuki!!
Seguro que te gustaría, es un país con mucho por descubrir 😉
Que peculiar destino Rumania! Me gusto la Piata Mare y el camino al casco historico. Saludos!
Si no conoces Rumanía te lo recomiendo!!!
Gracias por la visita 😉
Precioso y completísimo post. Cuando visitamos Rumanía, Sibiu fue la ciudad que estaba más cuidada pues había sido declarada capital europea de la cultura.
Buenos recuerdos de sus plazas y sus “ojos”!
Muchísimas gracias Jordi,viniendo de tí es todo un halago 🙂
Sí se nota diferencia con respecto a otras ciudades,menos mal que ha conservado su encanto y es de los sitios más recomendables del país.
Un saludo!!