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Verde pistacho, lluvia, Castelao y sueños en Santiago.

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Si pienso en Santiago pienso en lluvia. Calles empedradas, adoquines mojados y resbaladizos, tapas y cuncas de viño.


 

Para mí ir a Compostela era la excursión del colegio y del instituto, pasar el día con visita aburrida a la Catedral y poco más. Años después los cánticos infantiles dejaron paso a gritos y consignas de lo más variadas. Desde la preciosa Alameda hasta la Praza da Quintana, caminando y en ocasiones corriendo, al ritmo de gaitas y ondeando banderas de colores, seguí conociendo la capital gallega. Días que terminaban con un xantar de empanada, pulpeiras y baile para intentar olvidar el chapapote, leyes de educación absurdas o guerras sin sentido.

Ahora es la música la que siempre nos invita a volver a Compostela. Así que compartiendo coche con el compañero Millán, que también es conciertero, el pasado mes de febrero nos recibía, como no podía ser de otra manera, una ciudad de cielos grises y llenos de lluvia. Tras un redesayuno, caminamos hacia un hotel que tenía muchas ganas de conocer. Había leído estupendos comentarios y visto fotos, además tenía historia ya que durante muchos años fue un hostal frecuentado por los universitarios. Bajo una fachada de piedra, el Hotel Moure es uno de esos lugares en los que te sientes muy cómodo desde el primer momento. Quizá es la luz, la combinación de materiales, una decoración en blanco y negro con pinceladas de verde pistacho o la tranquilidad y silencio, pero es de esos hoteles que te apetece disfrutar.

Me gustó todo. Transmitía calidez gracias a la madera de sus paredes, frescura en la terraza de cristal, modernidad en el oscuro suelo de hormigón sin olvidar la tradición de la piedra gallega. Una mezcla perfecta con detalles como los libros y la máquina de café disponible las 24 horas, un servicio del que carecen muchos hoteles y que yo agradezco tantísimo.


 

 

Sinceramente, no me parecía estar Santiago, sino en alguna ciudad europea. Me encantó encontrar esa vanguardia y creatividad que constrastaba tanto con el bar en el que terminamos la noche.

Uno de esos de toda la vida, donde un señor con mandil veía la tele a la espera de clientes. Nos preparó unos bocadillos estupendos y baratísimos y no entendió muy bien que quisiese hacerle una foto al fantástico cartel de precios.

Terminaba el día y me dormí pronto, creo que por las ganas que tenía de que llegase el domingo. Cosas de viajar en pareja, me tocaba elegir a mí qué hacer por la mañana. El concierto había sido cosa suya y mi plan dominguero era un lugar que llevaba en mi lista demasiado tiempo.


 

E l día amaneció gris y lluvioso pero me dio bastante igual. lbamos a conocer el Museo do Pobo Galego y visitar el Panteón dos Galegos Ilustres. Imperdonable que aún no hubiése estado nunca y también que no lo incluyesen en mis visitas escolares. Me pareció un museo que merece mucho la pena.

Después de un completo desayuno, dejamos las mochilas y caminamos hasta el antiguo convento de Bonaval que estaba cerquita del hotel. Un gran edificio de piedra, escudos de nobles familias, la torre muy barroca con balaustradas y un admirable trabajo de cantería, nos devolvió al Santiago más típico.


 

 

El Museo es un recorrido por Galicia a través de distintos momentos de su historia. Fotos en blanco y negro, instrumentos musicales, paneles en los que leer tradiciones, objetos domésticos, antiguos oficios, trajes de fiesta y celebraciones o una entrañable aula de escuela.


 
 

Nombres de periódicos ya olvidados decoraban las escaleras que nos condujeron a una planta dedicada a la prensa y a la imprenta, que llegó a Galicia en 1480, cuarenta años después de su descubrimiento. Se ve que no había buenas comunicaciones...Me hubiése quedado horas viendo aquéllos ejemplares de Vicente Risco, Cabanillas, Dieste y claro está Castelao.

 

Visitarle era la siguiente parada, porque cosas de la vida, Castelao está enterrado en una iglesia. Comparte el Pabellón de Galegos Ilustres con Rosalía de Castro, Cabanillas o Alfredo Brañas, aunque la tumba del escritor, político, dibujante, médico gallego (y no sigo porque sería muy largo) no está en la misma capilla que el resto.

De momento no puedo publicar las fotos porque necesito permiso del arzobispado (…) pero os adelanto que me dio un poco de pena. Las flores marchitas y el aspecto descuidado no me gustaron, aún así me olvidé del entorno y durante unos minutos me quedé allí. Delante de aquélla piedra inmensa no pude evitar decirle unas palabras. Sí, soy de esas personas...y también abrazo árboles.

Porque Castelao es de esas mentes que me hubiése encantado conocer. Compartir una charla, verle dibujar o escucharle durante un mitin. Pasear con él por la Galicia actual y recorrer a través de sus impresiones una Santiago muy distinta pero que en algunos casos ha sabido adaptarse a lo moderno y la vanguardia. Sin perder las raíces ni esos elementos que hacen especial un sitio. Le invitaría a conocer el hotel y creo que le gustaría, su traje negro y delgada figura no desentonaría en la sala con cojines que invitaban a escuchar y compartir. Podríamos salir a fumar a la terraza, leer la prensa y tomar café sin azúcar. Hablar y hablar…

Todo esto lo soñaba de vuelta a casa, agradeciendo que por una vez el vagón fuese en silencio porque no me apetecía para nada despertarme de ese mundo imaginario.


 

16 Comments

  1. […] se notaba el buen ambiente entre los compañeros de trabajo. Como me había pasado en el Moure de Santiago me sentía tan bien que no me hubiese importado quedarme, pero tenía muchas ganas de Barcelona y […]

  2. Paula dice:

    Me encanta 🙂 Leyéndote me da la sensación de que este Santiago es un sitio totalmente desconocido!

  3. Cristina dice:

    Este post es como un poema… me ha recordado alguna película de esas ambientadas en un Galicia en la que siempre llueve. Y el hotel, me gusta, pero no me cuadra nada en Santiago, si me dices que has estado en Amsterdam y me enseñas esas fotos, pues me lo creo.
    Un abrazo, conciertera!
    Muac

  4. Tus relatos son poesía, chica! Quizá el róximo noviembre me pase por Santiago (si no me sale otra cosa que tengo pendiente…), de manera que igual te pido ayuda!
    Un beso guapi!

  5. La Volvoreta dice:

    Mira que no conocia ese hotel… Que bonito es Santiago!!

  6. Bellísimo post. Me gusta como detallas y describes.
    Buenos viajes 😉

  7. Sabela dice:

    Es que Santiago… es mucho Santiago! La verdad es que no conocía ese hotel y mucha gente que viene me pregunta por sitios agradables y céntricos y creo que voy a empezar a recomendar éste, que tiene pintanza!
    Un buen post!

  8. Carmen dice:

    Me encanta Santiago y leyéndote me ha apetecido un montón volver, y eso que he estado hace unos meses.
    Para mi, Santiago en invierno por la mañana muy temprano, cuando casi no hay gente, y con el suelo mojado, es de lo mejor.
    Un saludo
    (me vuelve loca la foto final)
    Carmen

  9. Siempre es un placer pasar por Santiago, me ha encantado el post. He conocido un poquito de Castelao en el Museo de Pontevedra, maravilloso!

  10. Samanta dice:

    Qué bonito Maruxaina! Me encantó toda la adjetivización que has usado para definir esta ciudad tan especial! Aunque he vivido allí 3 años, no sabría cómo empezar a describirla, porque transmite tanto que las palabras se quedan cortas. Enhorabuena por el posteo!

  11. Ay, Maruxaina, que hace nada estuve en Santiago y ya me diste tantas ganas de volver. Qué bonito tu relato, me has transportado de nuevo a la catedral, a las cuñas de vino (quiero un Ribeira Sacra) a las pulperías… Y que pintaza de hotel 🙂
    Besotes

  12. Como siempre, un relato muy bonito. ¡Qué ganas de unas cuncas de viño en Santiago! 😀

    ¡Un abrazo! 🙂

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