Han pasado casi seis años desde el primer viaje a Marruecos y recuerdo cada uno de los detalles de aquél viaje. El estómago me hace cosquillas, igual que cuando bajé del avión, la cabeza se llena de imágenes de los primeros momentos y huelo a menta. Estaba nerviosa, era mi primera visita a un país musulmán y Marrakech era uno de mis destinos soñados.
Las secuelas de pasar la noche en el aeropuerto se esfumaron enseguida, todo llamaba mi atención, estaba como una niña en una tienda de caramelos, desde los impecables uniformes de la policía hasta la preciosa jaula para fumadores. Estábamos en enero y de la lluvia y el frío de Galicia, pasamos a un calor súper agradable, por lo que las cazadoras no tardaron en desaparecer. Rescaté el francés del colegio para entenderme con el conductor del autobús que nos llevaría al centro, hasta Jemaa el Fna, y compartimos trayecto y charla con un español que vivía en la medina.
Él nos indicó que habíamos llegado a la parada pero no hubiése hecho falta. Minutos antes veíamos la Kotubia, nuestra referencia en la ciudad, el tráfico era caótico y había gente por todas partes. Al bajarnos del autobús noté millones de ojos clavándose en nosotros, no tenía ni idea de hacia donde ir y tardé unos segundos en reaccionar. Nos sentamos en un banco y nos quedamos allí, mirándolo todo, escuchando sin entender nada, asimilando todo lo nuevo.
Por aquél entonces yo sólo escribía en mis libretas, no leía blogs, las redes eran las de pescar y no buscaba wifi. Apenas habíamos ojeado la guía de papel de toda la vida, tan sólo teníamos las señas de la riad reservada para esa noche, pero estaba en la medina y encontrarla solos sería misión imposible. ¡Todavía hoy me sigo confundiendo para llegar!
No sé muy bien cómo, un señor de chandal y gorra se convirtió en nuestro guía, caminaba tan deprisa que apenas podía fijarme en el camino. Mi único objetivo era no tropezar con nada ni con nadie porque aquello era un sinfín de bicis, carros, mulas, ancianos cargando bultos imposibles, niños corriendo…Y todo por unas callejuelas estrechas, laberintos de adoquines resbaladizos y paredes ocres.
Podría habernos dado mil vueltas que no me hubiése enterado, no debía ser fácil porque tuvo que parar a preguntar en varias ocasiones y muchos negaban con la cabeza cuando les enseñaba el papel arrugado que yo le había dado con la dirección. Llegué a pensar que el sitio no existía pero no me agobié, me había propuesto hacer caso a las sabias palabras del primer hombre que nos habló: Prisa mata.
Mereció tanto la pena que por eso creo que no olvidaré jamás lo que costó llegar. Escondida entre uno de los infinitos callejones sin salida leímos el nombre escrito a mano sobre una bonita madera decorada. Y allí tuvimos nuestra primera negociación y pequeño mal trago de principiante. El señor no dejaba de hablarme de sus nietos y de lo caro que era el colegio sin dejar de estirar la mano pidiendo más dinero. Ni siquiera habíamos ido a una casa de cambio por lo que los euros que le ofrecíamos eran más que suficiente, aún así se fue refunfuñando y yo me quedé con algo de mal cuerpo. Además noté que no le gustaba que hablase yo, le costaba mirarme a los ojos y renegaba con la cabeza todo el rato.
Quizá por eso cuando se abrió la puerta de la riad me alegre tanto al ver a una mujer. Lo curioso es que al no fijarme en sus ropas o en su peinado, iba cubierta salvo el rostro, mi atención se centró en sus ojos, en aquella mirada cálida y amable que transmitía mucha confianza y que nos abrió la puerta de su pequeño paraíso.
Porque aquella riad, elegida el día anterior porque nos gustó el nombre, de la que no habíamos visto ni una foto, era un paraíso. Parecía mentira que minutos atrás estuviésemos en medio del ruido y del caos, en aquél patio no se escuchaba nada.
Tras disfrutar del zumo de bienvenida, S. nos acompañó a la habitación y sólo viendo la puerta sabía que me iba a gustar porque era tan yo que hasta mi hermana cuando vio las fotos me dijo que parecía hecha para mí. Aquel cuarto no era el más lujoso, ni caro ni con mejores vistas en el que había estado pero se convirtió en mi favorito. En mi casa en Marrakech.
No tengo fotos del increíble cuarto de baño, totalmente revestido de estuco mediante una técnica milenaria marroquí: el tadelakt. Le robé horas al sueño para disfrutar de la brillante bañera azul y de verdad que la sensación no tenía nada que ver con un baño en las frías e impersonales bañeras de serie.
De alguna manera llegamos a la plaza Jma-el-Fna, centro de Marrakech y desde 2001 declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO. Los zumeros gritaban para atraer nuestra atención ofreciendo vasos recién exprimidos de naranja, pomelo y limón a menos de un euro.
Son los primeros ocupantes de un cuadrado lleno de vida durante casi 24 horas, junto a los encantadores de serpientes y los de los monos, cosa triste donde las haya, y cómo no, las tatuadoras de henna. Después se unirán los numerosos chiringuitos de comida, los puestos de caracoles, los músicos o los contadores de historias.
Jma el Fna es cambiante y viva, es un lugar para no tener prisa y pararse a hablar con unos y con otros, probar los dulces marroquíes o ver cómo ancianos y niños comparten juegos que aquí ya no se recuerdan.
Y como bien se ve en las fotos, picamos en todo. Aquel primer zumo es ya tradición y primera parada cada vez que llegamos a la ciudad, el resto de las cosas fueron las típicas de novato que no hemos vuelto a hacer.
Los tatuajes supusieron un largo regateo del que pensé no saldría, el detalle que les pedí se convirtió en todo el brazo por ambos lados, ni caso cuando les decía que parasen y que no me gustaban los escorpiones, incluso me tatuaron la palma de la mano pero la verdad que tampoco me apetecía molestarme así que las dejé hacer. Ellas solo repetían regalo de bienvenida. Pero claro al final, el precio triplicaba al acordado. Otro cansino tira y afloja de números en el que no cambié de opinión a pesar de sus gritos cuando me alejaba. Con demasiadas emociones juntas, callejeamos durante algún rato para volver a la riad a descansar un rato y disfrutar de su siempre solitaria terraza.
A media tarde salimos de nuevo, descansados y más relajados después de una mañana de demasiadas impresiones, nos perdimos y encontramos en los mismos sitios varias veces pero lo recuerdo como algo realmente divertido. Sentía que llevaba allí mucho más que unas horas, dejaron de llamarme la atención los dentistas ambulantes y otras escenas de la vida íntima aquí pero de lo más publica en Marruecos.
Terminamos el día viendo cómo la plaza cambiaba, disfrutando un té de menta desde una de las terrazas que rodea Jma, escuchando música y asistiendo a un verdadero espectáculo de color y cultura. Ante ese escenario me sentí como hacía mucho que no me sentía, había cumplido un sueño viajero. Estaba feliz.
Recuerdo un instante en el que nos miramos y sonreímos. Creo que los dos pensamos algo así como bueno, pues no ha estado tan mal nuestro primer día. Sobre todo porque apenas sabíamos nada el uno del otro, de tomar un café debajo de casa a subirnos a aquél avión no hubo intermedio…Pero qué mejor forma que conocer a una persona que viajando, pensaba yo mientras bebía a sorbos el caliente y riquísimo té.
22 Comments
Jo, qué bonita historia Maruxaina.
Marrakech es también uno de mis sueños, aunque creo que ya llego tarde por toda la gente que hay. Sé que estuve a punto de ir cuando cumplí los 26, pero los vuelos no cuadraban y JJ decidió llevarme a Milán – ciudad que me encantó.
Espero poder viajar a Marruecos en un futuro próximo, o en un futuro menos concurrido.
Un abrazo grande.
Estupendo post ,sin duda Marrakech no deja indiferente a nadie y alojarse en un Riad es toda una experiencia. Yo lo hice en mi último viaje y detrás de unos viejos muros de una callejuela descubrí todo un palacio, era increible. Espero volver pronto con cámara de fotos y cuaderno de notas y contarlo tan bien como tu
La última frase le dio un giro aún más interesante a la historia ;)))
Y, la verdad, reconozco Marrakech fácilmente cuando leo tu relato y todas esas maneras de regatear, regatear duro y a veces mintiendo. Pero al final siempre quieres volver. No tengo ni idea cómo lo consiguen.
Muy buenos recuerdo de Marrakech y de todo Marruecos. La verdad es que no me importaría regresar. Lo que me faltó es tatuarme de henna, pero creo que no hubiera sido muy bien recibido en el trabajo… Eso sí, el aroma del te a la menta me sigue persiguiendo.
Preciosa historia la de tu primer viaje al país vecino. Me ha encantado como nos has contado esa primera experiencia, has puesto el alma en estas letras…
Beso fuerte
Me ha encantado tu relato, tengo muchas ganas de ir a Marrakech.
A ver si de este año no pasa!
Saludos
Vero
Bonito relato que se te ha quedado grabado en el corazón. Esos son los viajes mas bonitos, los que se nos quedan dentro y quizás también a los que fuimos sin estra tan influenciados por los demás bloggers ni tanta información.
Un abrazo
Carmen
No es un destino que me llame mucho la atención, pero después de leer tu post, mira que me apetece irme ahora mismo 🙂
Muchas gracias!!Me alegro mucho de que haya despertado un poquito tu interés 🙂
Seguro que te gusta y sino siempre es una gran esperiencia viajera!
Saludos 😉
Qué bonito el reportaje y con qué ternura está contado. ¡Me encanta! Qué increíble lo que comentas de que escribías en una libreta… A mí ma pasaba lo mismo. Tengo varias libretas llenas de apuntes y como no tenía el blog en marcha ahí están, quizás esperando que las rescate. Tengo que confesarte es este es también uno de mis destinos soñados así que gracias por servírmelo en bandeja y de una manera tan entrañable. Un abrazo
Muchísimas gracias por tu comentario Carol!!
Reconozco que me ha dado un poco de reparo publicarlo, quizá es demasiado personal pero bueno..así salió al escribirlo 🙂
Si aún no conoces Marruecos seguro que te encanta, deseando leer tus impresiones ya!
Y por cierto…sigo escribiendo en libreta,siempre viaja en mi mochila 🙂 No olvides rescatar las tuyas, seguro que tienen historias increíbles!
Un beso grande.
Me has dado unas ganas tremendas de visitar Marruecos! Yo también quiero disfrutar de su humeante té verde, de ese silencioso patio de la riad y de los cambios de la plaza.
Un abrazo!
Si no has estado no tardes en ir Marta!!
Me alegro que te haya gustado 🙂
Un beso!
Cierto que impresiona,y siempre apetece volcer.
Me ha gustado mucho el post,està escrito con mucha veracidad y sentimiento,suerte!!
Me encanta Marruecos, voy casi todos los años, es lo que tiene vivir cerca. Marrakech es increible, la primera vez que estuve en la plaza hace muuuuuchos años me pareció alucinante, como estar en una película, me flipa que haya una cultura tan diferente a tan pocos kms. de mi casa. Muy buena entrada. Saluditos 🙂
Sí, lo sé!Os sigo y me da mucha envidia esa cercanía porque desde Galicia no hay nada directo 🙁
Muchas gracias por el comentario,me gusta que te haya gustado 🙂
Un abrazo!
que ganas tengo de visitar Marrakech!
en las fotos se nota que disfrutaste eh?
jeje
Tienes que ir sin falta Enrique!!
Es un lugar que no deja de sorprenderte y esa primera visita es in duda una de los mejores viajes que he hecho 🙂
Saludos!!
Vamos a tener que hacer una escapada a Marruecos y sentir y vivir todo lo que nos cuentas. Saludos
Me encanta como lo cuentas, se nota que el país vecino te ha impresionado a raudales, es que Marruecos lo tiene todo y te hace despertar todos tus sentidos desde que pisas su suelo.
Sin duda quiero ir a Marrakech aunque no sé cuando.
Un abrazo.
Marrakech mola! Ganas de ir infinitas, que vosotros ya lo teneis estudiadisimo, visto lo visto 😉
Gran articulo retrospectivo 😀
Muchas gracias compañero!!
Ya sabeis..apuntaros al próximo 😉