El país más pequeño del mundo, el Vaticano, en el corazón de Roma, cuenta con una colección artísitica que bien merece una visita si viajamos a la capital italiana. Los llamados Tesoros del Vaticano comprenden esculturas, pinturas y elementos arquitectónicos que cualquier museo querría para sus salas.

La basílica de San Pedro es el centro de este microestado (poco más de 40 hectáreas) donde es posible ver obras de Miguel Ángel, Bernini, Rafael, Giotto o Leonardo da Vinci. Eso sí, tras hacer cola y pasar un cuidadoso registro en la plaza. Un plaza que nos recibe con las 140 estatuas de papas, santos y teólogos de la iglesia y las impresionantes columnas de Bernini que parecen abrazar a quien visita el Vaticano.

Una vez en su interior la Piedad de Miguel Ángel Buonarroti, a la derecha de la entrada, es el centro de todas las fotos. Es una de sus esculturas más conocidas junto al David, éste en Florencia, o al Moisés que sí se encuentra en Roma. Si seguimos el recorrido por la nave central hasta el altar vemos el baldaquino de Bernini, una de sus obras más siginificativas, cubierto con láminas de bronce del Panteón de la ciudad y situado justo debajo de la magnífica cúpula. A ésta puede accederse a través de un balcón interior para apreciar su valor artístico y toda la basílica desde lo alto.

La cúpula fue encargada a Miguel Ángel quien tomó como ejemplo la de Brunelleschi de Santa Maria dei Fiori (Florencia). Buonarroti no la vio terminada, siendo Giacamo della Porta y Carlo Maderno quienes siguieron su proyecto. Finalizada 24 años después de la muerte de Miguel Ángel, está situada sobre el altar mayor y la tumba de San Pedro, y ha sido el modelo para otras grandes cúpulas como la del Capitolio de Washington o Saint Paul en Londres.

Siguiendo la visita, en los Museos Vaticanos los grandes tesoros artísticos se suceden. Fundados en el siglo XVI por el Papa Julio II reciben más de cinco millones de visitas al año, siendo el museo más visitado del mundo. Y no es para menos ya que podemos admirar pinturas de Caravaggio, Leonardo da Vinci o Filippo Lippi. Por las diferentes salas que componen el museo veremos objetos etruscos como sarcófagos o bronces, papiros o momias de animales de Egipto, esculturas griegas y romanas o las Estancias de Rafael donde admiramos los frescos que decoraban las estancias de Julio II. Siendo el más conocido la Escuela de Atenas (1512) en el que reunió a grandes filósofoso y dónde el joven pintor se retrató en una esquina.

En una de las salas de este recorrido encontramos la gran estrella de este conjunto de tesoros. La Capilla Sixtina una creación excepcional de Miguel Ángel quien aceptó a regañadientes el encargo y reconoció los dolores y sufrimientos que le había supuesto este trabajo. Los frescos realizados entre 1508-1512 muestran la escena del Juicio Final y otros episodios del Génesis como la creación de los astros y las plantas, la creación de Adán o el pecado original y la expulsión del paraíso terrenal. Una obra sublime que llevo a cabo solo y en la que unió lo pagano y lo cristiano resultando un conjunto pictórico en el que los personajes parecen esculturas que cobrarán vida en cualquier momento.

Sin duda, una visita obligada e imprescindible para todo el que viaje a Roma es acercarse a este pequeño lugar, lleno de tesoros artísticos, que no deja indiferente a nadie. Para terminar qué mejor que pasear por los jardines vaticanos, un oasis lejos del bullicio y un paraíso para los amantes de la botánica. Un lugar perfecto para asimilar toda la belleza que los tesoros del Vaticano ofrecen en el interior del mayor templo de la cristiandad del mundo.