No teníamos guía ni información de ningun tipo, tan solo un plano y tres cosas apuntadas: la piscina colgante, los árboles artificiales y el templo hinduista, del que me enamoraron unas fotos vistas por casualidad. Así empezó nuestro recorrido por Singapur, una ciudad que no deja indiferente a nadie, con una mezlca de construcciones, de gentes, de colores…Es como estar en un gran centro comercial o en un parque temático.
Nuestro hotel estaba en Little India (que cada vez es mas little) desde allí caminamos, bien temprano, hasta el Arab Quarter. El bario musulmán de Singapur está lleno de pequeños comercios con telas de vivos colores, cuero, perfumes o alfombras, y en el centro, la mezquita Masjid Sultan, construida en 1825 aunque reedificada cien años después. Me pareció preciosa, de cuento, y su gran cúpula dorada es perfecta para orientarse.
Chocaba totalmente con la imagen que uno se encontraba al rodear al templo. Bussorah Street te trasladaba a otro país, una peatonal con palmeras, restaurantes y tiendas con cosas modernísimas, en bonitas casas coloniales restauradas.
Dejamos atrás Victoria Street, el blanquísimo Raffles Hospital contrastaba con un enorme edificio que me recordó a Batman. No sé si fueron los oscuros materiales o las figuras decorativas, pero el Parkview Square Building se convertiría en uno de mis rascacielos favoritos desde entonces. Nada menos que 144 metros de alto ocupados por las oficinas más caras del país. Ya en casa, buscando en internet averigué que se trataba de art – decó, fue construido con granito y bronce y terminado en el 2002, y en su interior está el Divine Society Bar con una decoración que bien merece una visita para la próxima ocasión.
Nuestra intención era llegar a la súper famosa Marina Bay, donde estaban los edificios impresionantes que habíamos visto en los programas de Callejeros y parecía que no ibamos mal. Lo primero que vimos fue la Singapore Flyer, que como no podía ser de otra manera, es la noria más alta del mundo (165 metros) y tiene compartimentos de hasta 28 personas. El parque estaba decorado con dibujos hechos por escolares con motivos de deportes y olimpiadas junto con el cartel de prohibición de turno: no correr, no jugar o algo parecido, no lo recuerdo bien porque fueron muchísimos los que vimos por la ciudad.
Escuchamos música y no sé muy bien cómo nos vimos medio espiando un ensayo, una perfecta coreografía de hombres y mujeres uniformados. Daba la impresión de que en cualquier momento Michael Jackson bajaría las escaleras para unirse a la increíble sincronización de pasos. Habíamos visto carteles y banderolas con los colores de la bandera de Singapur, estábamos a 10 días de que celebrasen el 47º aniversario de su independencia de los británicos y en la ciudad se notaba el ambiente festivo.
Después de un rato alucinando con el baile y aprovechando también un poco de sombra, nos vimos enfrente de todo aquello. Marina Bay, nosotros le llamaríamos Marina D’Ooor, uno de esos sitios que me resulta complicado describir. No sabría decir si me gustó o no. Claro que llaman la atención sus altísimos edificios, la piscina suspendida, las tres torres hoteleras de habitaciones acristaladas o la originalidad del Museo de Arte y Ciencia con forma de flor de loto (lo que más me gustó de todo el complejo turístico).
Pero…detrás de todo este derroche está el mismo responsable que quería hacer en Madrid un Las Vegas. Sí el señor Adelson. Así que mi idea inicial de pagar por disfrutar de un baño a 200 metros del suelo se esfumó, supongo que como los sueños muchos trabajadores malayos o indios que llegaron al país sin saber que les esperaban jornadas de 14 horas en tan lujoso lugar.
El calor seguía siendo insoportable así que recurrimos a lo más fácil. Atravesar el centro comercial para salir al otro lado. No sabría deciros cuántas tiendas hay, preciosos restaurantes y escaparates elegantísimos de las firmas más exclusivas, pero además puedes pasear en góndolas por su canal artificial.
Pero sin duda, lo mejor del día, lo mejor de nuestra visita a Singapur, estaba esperándonos al salir de aquel laberinto de consumismo. El calor nos golpeó de la misma forma que la sorpresa de ver un cartel enorme anunciando que en el Art Sciencie Museum había una exposición de ¡¡¡Andy Warhol!!!
Nos miramos y con una sonrisa de feliz cumpleaños entramos en el museo. Durante unas horas nos olvidamos de todo lo que teníamos pensado visitar y nos sumergimos en el universo Warhol. La exposición 15 Minutes Eternal recogía más de 300 cuadros, fotos, dibujos y objetos personales en una gira por Asia durante dos años, habría sido imperdonable no verla.
Salimos con energías renovadas, para mí la escala ya había merecido la pena, me hubiese ido al hotel tan tranquila a descansar un rato ya que al día siguiente volvíamos a tener vuelo (¡el último!). Pero estábamos a unos pasos del jardín de árboles artificiales, una de las cosas que sí nos apetecía ver, así que botella de agua en mano allí que nos fuimos.
Imagino que habrá otra forma de acceder pero nosotros atravesamos por una de las entradas del hotel, dentro no hicimos fotos pero debimos ser los únicos porque muchos turistas se paseaban como si de un museo se tratase.
En los Jardines de la Bahía puedes pasarte horas, hay dos invernaderos y jardines temáticos, un verdadero paraíso para los amantes de las plantas y flores, ya que hay de multitud de países. Pero sin duda, lo más fotografiado son los 18 árboles artificiales, algunos de 50 metros, el tronco es una torre de hormigón y sirve como jardín colgante para distintas plantas que lo van cubriendo. Lo bueno es que se riegan aprovechando el agua de lluvia y algunos tienen un sistema de energía solar que genera electricidad para iluminarse (¡de noche tiene que ser increíble!).
Es posible subir y caminar sobre unas pasarelas que comunican algunos árboles, nosotros no lo hicimos, las colas eran enormes y por nada del mundo me hubiese quedado bajo aquel calor a esperar. Aprovechamos la sombra y toda fuente que encontramos en el camino para meter la cabeza (literalmente) el paseo por las zonas gratuitas bien merece la pena (los invernaderos y la subida al Skyway son de pago) para desconectar de tanto asfalto y edificios.
Dejamos atrás los jardines y atravesamos el distrito financiero, yo no he estado en Nueva York, pero aquello se parecía mucho a la Gran Manzana de las películas. Muchos occidentales, trajes, corbatas y maletines que salían y entraban de los rascacielos. En ellos están las oficinas de las principales empresas del mundo, no olvidemos que Singapur cuenta con uno de los crecimientos económicos más imparables de los últimos años.
Y sin saber muy bien cómo, nos vimos…¡¡en China!!. Un precioso templo como los de las películas: todo rojo, con sus tejadillos llenos de flores...buscamos en el plano qué era. Estábamos en Chinatown, delante del museo que guardaba una gran reliquia para los budistas: un diente de Buda. Cruzamos y apenas nos detuvimos en admirar el precioso patio interior, el cartel anunciaba que cerraba en unos minutos así que buscamos el ascensor que nos conducía al lugar sagrado.
Fue una visita rapidísima, recuerdo que los ascensores estaban forrados de gruesas telas, muchos colores dorados y la gente muy seria. Al llegar al 4º piso, un amable vigilante nos indico que nos acercásemos al enorme cristal que protege el tesoro. El diente está dentro de un cofre que unos monjes destapan tan solo determinadas horas del día. Tuvimos suerte y lo vimos, en su última aparición del día, así como algunas de las casi mil figuras de Buda, una impresionante colección, pero no pudimos subir a la terraza donde hay un jardín de orquídeas ni disfrutar de un té en el 2º piso. Aún así la entrada al templo-museo es gratuita y recomendable. No solo por ver el tipo de construcción y la reliquia (aunque muchos dentistas afirman que no es humano) sino por el ambiente tranquilo que se respira, los cánticos de los monjes, el olor a incienso…
Callejeamos por Chinatown, otro barrio cuyo origen está en el plan de urbanismo diseñado por Raffles, el británico que fundó la ciudad de Singapur. Nuestra siguiente parada fue otro templo, este más pequeñito y sin turistas, rodeado de los altos edificios del vecino Distrito Financiero. En él observé curiosa como un chico llegaba, encendía un par de cigarros y se los ofrecía a una de las figuras del templo, nada de incienso o dinero… Debió de fijarse en mi cara de alucine y muy bajito, me explicó en perfecto inglés que ese dios fumaba en su vida anterior, de ahí el motivo de su ofrenda.
Salvo unos zumos y fruta no habíamos comido nada en todo el día, decidimos quedarnos en Chinatown, era perfecto para probar en alguno de los sitios de Food Street. Luces, farolillos, puestos de comida en la calle, olores riquísimos y precios muy asequibles. Elegimos un vietnamita en honor a que ese iba a ser el destino original de nuestro viaje, hasta que lo cambiamos por Camboya, y pedimos un poco al azar, guiándonos por las fotos. El camarero era súper simpático por lo que no tardamos en entablar conversación, al rato se unió el cocinero, un chico jovencísimo malayo que con menos de 30 años había recorrido medio mundo trabajando en barcos y claro había estado en Vigo, todo emocionado nos contó que le había gustado mucho la calle de las tiendas y el pescado. Tras ofrecernos un delicioso postre, nos despedimos entre sonrisas y buenos deseos de viaje.
Oscurecía y nuestros pies pedían un descanso, pero antes de dejar Chinatown y volver al hotel nos faltaba otra de las tres cosas de la lista de imprescindibles, el templo hindú más antiguo y visitado de Singapur. El Sri Mariamman construido en 1827 por trabajadores del sur de la India, es muy conocido y fotografiado por su torre (gopuram) llena de estatuas de dioses y guerreros y escenas hinduistas de vivos colores. Para nuestra desgracia la cámara dedició dejar de funcionar sin darnos explicaciones, así que solo hicimos un par de fotos con el móvil en las que para nada se aprecia lo bonito que es el templo.
Tras descalzarnos, pasamos sin pisar el escalón que había en la entrada por alguna razón que no recuerdo, pero vimos que los locales lo hacían y decidimos copiarles. El templo está dedicado a la diosa Mariamman a la que se le atribuyen poderes curativos y de fertilidad. En el interior comenzaba una ceremonia en la que hombres vestidos de blanco, entregaban ofrendas mientras otros susurraban cánticos. No entendía nada, pero durante un buen rato me quedé apoyada en una de las columnas, observándolo todo, absorbiendo todas aquellas imágenes, porque era todo nuevo para mí y me encantaba. Me gustaron los colores, los sonidos, las caras de paz de aquellas personas, las telas de sus trajes, me gustó tanto que hasta me emocioné por poder disfrutar de aquéllo.
Quizá en ese momento fui consciente de dónde estabamos y a dónde íbamos, era mi primer contacto con Asia y todo lo que veía me llamaba la atención. Me hubiera gustado saber qué estaban celebrando pero no importaba, lo que transmitían me llegaba, me hacía pensar en lo diferentes que eran de nuestras misas de colegio tan oscuras y sombrías. Recuerdo que salí de allí muy relajada, como flotando, estaba muy cansada y tenía tanta información en la cabeza de sólo un día que ni me enteré del camino del vuelta al hotel.
Antes de subir a nuestro minúsculo cubículo de 50 dólares singapurenses, paramos en uno de los bares de Little India, no podíamos irnos del país sin probar alguna de sus cervezas. Porque hasta en eso, en Singapur las cervezas son de tamaño gigante.
Al día siguiente nuestro ansiado vuelo a Phnom Penh, la capital camboyana, nos esperaba. Me dormí tarde, recopilando todo lo que había visto ese día. Me gustó conocer Singapur, me gustó su mix cultural y étnico, me encantaron sus barrios pero me dio pena ver cómo las escavadoras iban ganándoles terreno. Poco queda ya de aquella aldea de pescadores, ahora la Ciudad del León es limpia, ordenada, de asfalto y rascacielos, de prohibiciones, de pocas sonrisas… pero interesante para cualquier tipo de viajero.
20 Comments
Este verano pasaremos nosotros 5 días con los niños en este pequeño país (estaremos 32 días de viaje por Asia). Tenía ya bastante información recopilada del país, de modo que leyéndote no he hecho más que reafirmarme en lo que tenía en mente, un país fascinante, una mezcla de culturas que tengo ganas de conocer. Por cierto, a día de hoy la noria es la segunda más grande del mundo, la primera la han construido en Las Vegas. Saludos.
¡Muchas gracias por tu comentario!La verdad es que la expo de Warhol fue todo un regalo para escapar del bullicio de la ciudad. El restaurante que comentas sí tiene que ser el mismo, llama mucho la atención 😉 Singapur es un país curioso, si tienes oportunidad: regálale unos días. ¡Un saludo!
Increíbles contrastes!! muy linda tu narrativa, me encanta la critica que haces sobre Marina Bay, un post genial sin duda muy ilustrativo para conocer más sobre este país y que suerte tuvieron al toparse con la expo de Andy Warhol sin duda la cereza del pastel.
Nunca he estado en Singapur pero hace poco me topé con un video donde hablaban de un restaurante mexicano en este país y no cabe duda es el que aparece en la primera foto de este post!! inconfundibles las imágenes prehispánicas que rescataron para decorar el lugar. Saludos!!
Me has vuelto a llevar a Singapur, una ciudad que me sorprendió muy gratamente. Yo estuve tres días y no me hubiera importado pasar algunos más para conocer algo más de esta isla país. ¿Sabes que en Kandy, Sri Lanka, tienen otro de los dientes de Buda?
¡Un abrazo!
¡Me alegra que viajases con la lectura! Yo le daría otra oportunidad si me pillase en una escala, pero volver por el país en sí…creo que no. Lo del diente de Kandy sí, lo leí en tu blog 😉 El pobre Buda está de un repartido…Un abrazo de vuelta guapa.
Dando otro repaso a tu texto… madre mía, es cierto el calor que hace en Singapur. Ha sido leerlo y empezar a sudar jajajaja. Y hablando de Buda repartido por el mundo, el otro día recordaba que en Yangon, debajo de la pagoda más importante de la ciudad, hay 8 pelos de Buda. Ya pueden hacer una trenza (no he querido ser irreverente…)
Ostras qué curioso eso de un diente de Buda ja ja ja no tenía ni idea, la verdad es que aunque no soy muy de grandes ciudades ni de rascacielos creo que a Singapur le daría una oportunidad y me quedaría como loca viendo esos edificios y el mítico Jardín que he visto en un millón de fotos con esos árboles que parecen sacados de un cartoon. Un abrazooo y gracias por llevarme de vuelta a Asia con tus palabras y fotos 🙂
Me alegra haberte llevado de viaje 🙂 Yo a Singapur iría si me coincidiese de nuevo en una escala. Como dices lo de los edificios y el Jardín es para ver pero…donde estén los árboles de verdad…¡Un beso guapa!
Muchas gracias por tu relato, siempre dando un punto de vista distinto.
Saludos
GranPumuki
Gracias a tí por la lectura Enrique. La verdad es que Singapur es un país curioso curioso…¡Un saludo!
Me he encantado el post Maruxiña! Magníficas fotos y muy interesante. Enhorabuena me voy a seguir leyendo!!:)
Mary!!!
Muchas gracias guapa, me alegro de tenerte de visita por aquí 🙂
Seguro que Singapur te gustaría, es un país difícil de describir…no sé si volvería pero sí lo recomendaría para visitar.
Un beso grande grande!!
Que pasada!
Me encuentro así de sopetón con una expo de Warhol y me da un telele porque es mi artsta favorito no solo por su obra sino pq lo admiro por su persona y por todo lo que pasó e su vida.
Magníficas fotos y magnifico post!
Muchas gracias Glo!!
A mí también me encanta y lo mejor es que nos pasó algo parecido en Lisboa:fuimos a un concierto y nos encontramos una pequeña expo en un centro comercial!!
Warhol nos persigue 😉
Un saludo!!
Exprimisteis por completo la ciudad, eso sí que es sacarle partido al día 😉
La verdad es que no sabía que Singapur tuviese tanta mezcla y barrios distintos :O. Buen post
Gracias!!
La verdad es que sí fue un día de lo más completo,a pie y con un calor y humedad terrible 😛
Yo tampoco sabía nada del país y sin duda esa variedad es lo que lo hace tan interesante 😉
Saludos viajeros!!
mmmm little india… como echo de menos!! 😉
Sobre todo la comida y los colores!!!
Un saludo 🙂
Me encanta! Te vas a Singapur, empiezas por Little India y acabas por Chinatown pasando por una expo de Warhol.
Gracias Leticia!
Es lo mejor de Singapur: la variedad en todo 😉