Lo que empezó como un viaje repetido, a países ya conocidos como Francia e Italia, se convirtió en una de las escapadas más geniales de los últimos años.
El verano pasado mi máxima Viajar es Aprender tuvo más significado que nunca. Durante doce días, nuestra ruta improvisada sólo tenía fijo el origen, Clisson para asistir al Hellfest y el último destino Bérgamo, donde tomaríamos el vuelo para volver a casa. Nos movimos en transporte público y el alojamiento volvió a ser en casas ajenas, enamorándonos un poquito más de esta forma de conocer mundo.
Hoy os cuento un viaje lleno de riqueza cultural, de charlas en tres idiomas, de horas que dejaron de ser muertas en estaciones de bus y de abrazos de despedida que ojalá vuelvan a repetirse.
Nantes-Buenos Aires-Marrakech.
La primera noche la pasaríamos en Nantes, la bonita localidad francesa está cerca de Clisson por lo que era perfecta para acercarnos desde allí al festival. Habíamos estado varias veces pero de paso así que decidimos dedicarle unas horas que al final nos supieron a poco.
Bajando del aeropuerto conocimos a Mariana, que no tardó en indicarnos cuál era la mejor parada del tranvía que nos llevaba al centro. El trayecto dio para mucho, hablamos de Kischner, de mi experiencia en Buenos Aires durante el corralito y de su vida en Francia.
La amable argentina se ofreció a acompañarnos por las aodquinadas calles hasta llegar al castillo de Nantes, uno de los lugares que queríamos visitar. Un abrazo e intercambio de correos electrónicos fue la despedida y el genial inicio de nuestro viaje.
Tras la visita y unos diez minutos de caminata llegamos al apartamento. Al entrar para nuestra sorpresa estábamos en Marruecos. Lámparas, alfombras y muebles nos traladaron a nuestro querido país vecino.
Con H. las explicaciones de la casa se entremezclaban con nuestras impresiones de Marrakech, su ciudad de origen. No faltó el té de bienvenida, en los mismos vasos que todos traemos de nuestro primer viaje, coloridos y brillantes. Luego bajamos juntas hasta el cercano supermercado, charlando como si fuésemos vecinas de toda la vida, y de nuevo más abrazos y sonrisas. Insallah nos veamos de nuevo, pensaba mientras comentaba con Raúl que el viaje seguía pintando muy bien.
Clisson-Taiwan-México.
El tren Nantes a Clisson ya iba lleno de festivaliers. Un junio más llegábamos a nuestra cita musical con el Hellfest, un festival que reunía gente de todo el mundo. Y para muestra Mau Mau, un joven taiwanés que se convirtió en nuestro compañero esos días entre viñedos y escenarios.
Fue un poco locura a la hora de comunicarnos, pero también de lo más divertido. Su inglés era parecido al mío y se mezclaba con el francés que usábamos en el Hellfest incluso entre nosotros, para practicar. Aprendimos sobre su pequeño país entre concierto y paseo por el pueblo, en el súper alucinamos con su amor por la leche y la convivencia resultó de lo más educativa.
Por segundo año volvimos a alojarnos en una casa de Clisson. El jardín trasero del artista que hace los carteles del festival, era otra muestra de mix cultural. Noruegos, ingleses, franceses de otros puntos del país y nosotros en breves charlas entre idas y venidas al recinto de los conciertos, intercambio de impresiones y recomendaciones de a quién ver en un infinito carrousel de grupos y músicos.
Y no faltamos a nuestra cita en el antiguo mercado del pueblo francés. Nuestros sábados de cañas y patatas fritas con los Pelletier, donde cambiamos el francés por el gallego. Allí nos conocimos hace cinco años y mientras suenan en directo los grupos locales, nos ponemos al día en anécdotas, conciertos y viajes.
Nuestra estancia festivalera terminó con un improvisado picnic de despedida en Nantes con Mau Mau. Ya en el autobús, el viaje a Burdeos resultó de lo más ameno con un rockero mexicano que no había dudado en cruzar el charco para asistir al Hellfest. Nos recomendó lugares de su país e intercambiamos impresiones musicales hasta nuestro nuevo destino.
Burdeos-Argelia-Guinea Konacri..
Algo más de tres horas teníamos hasta el siguiente bus y la parada del bus estaba en una zona con muy poca vida. El río Garona y unos edificios igual de imponentes que descuidados, revelaban un pasado mejor para esa zona de Burdeos.
La idea era comer y beber algo, el calor era horrible y parecía que las mochilas pesaban el doble. En la larga avenida de Paludate encontramos la única tienda abierta y mientras Raúl compraba, aproveché para sentarme en un banco. Era uno de esos dobles y el hombre que leía del otro lado no tardó en hablarme. Su español tenía un acento curioso, pero la ropa y unos marcados rasgos le delataban por lo que no pude evitar reírme cuando me dijo que él también era gallego. Soy Ahmid De La Coruña le repitió a Raúl cuando se unió a la charla.
Una nueva historia, un nuevo viaje de Argelia a Francia, pasando por una temporada trabajando en Galicia. No sé en qué momento el chico de la tienda se acercó, pero el caso que allí estaba también. Con una sonrisa enorme, nos contó orgulloso que estudiaba español y quería aprovechar para poner en práctica sus conocimientos. Así que allí nos quedamos de charla, sin recorrer la bonita Bourdeaux pero conociendo vidas muy distintas como la de aquél joven de Guinea Konacri que ahora vendía pescado mientras leía viejos libros en español.
Lyon-Senegal-Florencia.
Me hubiése quedado en aquél piso, disfrutando de su biblioteca y de sus suelos de madera. Pero el sonido de unos tambores entró por las grandes ventanas y nos recordó que se celebraba el día de la Música.
Bajamos rápido a las calurosas calles de Lyon, llenas de gente y cortadas al tráfico. En cada esquina un pequeño concierto, desde melodías clásicas a guitarras setenteras. En nuestro barrio el ritmo era africano, jóvenes de Senegal saltaban entre los adoquines y tocaban para un público de lo más variopinto.
Nos unimos con tímidos pasos y por momentos nos trasladamos a África, entre colores, pies descalzos y ropas volteadas por los bailes.
Tras unos días de descanso en la ciudad de Saint-Exupéry tocaba hacer la mochila de nuevo. Nuestra última parada era Florencia, ciudad que no visitaba desde hacía más de quince años. No hubiese elegido el verano para visitarla pero Eddie Vedder encabezaba la primera edición del Firenze Rocks así que allá nos fuimos.
Cambiamos la madera y la decoración kitsch, por los suelos de mármol y un piso al más puro estilo florentino. Nos movíamos hasta con cuidado para no tropezar con las figuritas de cristal y las porcelanas más viejas que nosotros. El mismo cuidado que teníamos que tener por las calles del centro para no ser atacados por un palo o una horda de excursionistas atacados por el síndrome de Stendhal.
Nos abrumó bastante la barbaridad de gente por lo que decidimos crearnos una ruta alternativa para conocer la bella ciudad-museo de otra forma. En esta ocasión hablamos poco con la gente, todo el mundo parecía tener prisa y no conocimos a nadie salvo en el concierto. La espera se hizo más amena recorriendo Europa a través de los conciertos de Pearl Jam con una pareja italiana.
El trayecto hasta Bérgamo, desde dónde salía nuestro vuelo para regresar a casa, lo hicimos en coche compartido. Un arquitecto italiano que había cambiado el despacho por un pueblo pérdido en África cerraba un viaje con pocas fotos, pero lleno de historias y gente que me encantó conocer.
No fue un viaje de museos y visitas, que también las hubo, sino un viaje de momentos. De charlas y experiencias, fue como visitar muchos países sin salir de Francia e Italia en este caso.
Creo que es una de las mejores cosas de viajar. El poder hablar con gente de cualquier lugar, el encontrar personas totalmente diferentes, que no conoceríamos en nuestra vida diaria y aprender. Aprender como una esponja de las experiencias e historias de otros. Porque los museos o las catedrales seguirán ahí por años, pero las personas quizá no. Y no hay mejor forma que conocer el mundo e intentar entendernos un poquito mejor todos, que conociendo a la gente que lo habita.
11 Comments
Cada vez que lo leo de nuevo, me gusta más 🙂 ¡Abrazo!
Nunca hemos ido a un festival de música fuera de nuestra ciudad, pero creemos que el ambiente que se crea alrededor de estos eventos es único. La gente va con buen rollo, dispuesta a divertirse y compartir su afición por la música… Un poco como ocurre con los viajes.
Porque, como bien dices, una de las mejores cosas de viajar es poder hablar con gente de cualquier lugar, personas que no conoceríamos en nuestra vida diaria, y aprender de ellas, de sus vivencias, de sus costumbres…
Quizá por eso los bloggers de viajes hacemos tan buenas migas en los eventos ¿no te parece? ¿O será por las cervezas?
Abrazos.
¿Se puede cerrar un año de manera más bonita? Me encanta que transmitas que viajando no sólo se viaja al destino… Una idea magnífica de plasmarlo, por que sí, viajar es aprender, y de estar forma más que nunca. Alojarse en casas ajenas como si fueran tuyas, encontrar otras culturas cuando esperabas encontrar la tuya, conversar con desconocidos pensando dentro de ti que sois almas gemelas… en fin, experiencias que me encantaría tener a mí misma, y que el destino me está haciendo esperar. Pero bueno, que pienso, que dando los primeros pasitos (como digo yo) en esto de los viajes, tampoco voy nada mal. Un abrazo fuerte
Creo que deberías añadir una nueva máxima a tus viajes, aparte de Viajar es Aprender: Insallah. Me gusta como confías en el destino para que te traiga reencuentros bonitos con la gente que acabas de conocer, pero que te llenan.
Por otro lado veo que lo de festivales es un mundo muy bonito: te haces amigos, tienes con quien compartir tus sentimientos – y lo que es muy importante, ¡te entienden! – y además volvéis a coincidir en otros eventos tras años. ¿Cuántos festivales habrás visitado? ¿Sigues en contacto con mucha gente?
¿Se conocían de antes Ahmid de la Coruña y el pescadero de Guinea Konacri? Si no,seguro que después de vuestra charla quedaban más veces para practicar… ¿el gallego? 😉
En fin, ¡qué bonito este viaje de charlas y momentos! Tengo ganas de leer más sobre tus experiencias “humanas” en los viajes.
Menudo viaje más chulo, encima teniendo como destino un festival, ¡con lo que me gustan! Qué guay que en cada parada que hicisteis conocierais a tanta gente de lugares tan dispares, no he estado nunca en Hellfest pero leyendo tus experiencias me han entrado ganas ¡A veces viajar sin tener las cosas planeadas da buenas sorpresas!
¡Un saludo!
Eva
Ya sabes que me encanta cómo cuentas las cosas… me has hecho viajar a un montón de lugares, además de envidiarte un poco por haber conocido a tanta gente interesante Qué salado el gallego argelino, y el abogado italiano que se fue a África tiene que tener tantas cosas por contar…
Al final nos vamos a apuntar a ese festival algún año eh!
Por cierto, doy fe que en Florencia en verano no hay quien pare… es excesiva la cantidad de gente.
A ver con qué aventuras nos sorprendes el verano que viene ¡Un besazo!
Mira este año estamos planeando ir en verano nuevamente a Francia, que por cierto es un país que nos encanta. Nantes no lo conocemos y este sería uno de los destinos, junto a Burdeos y otros lugares. Clisson fue nuestra primera parada en un viaje a la Bretaña Francesa y es un pueblo que nos enamoró.
Cuando he comenzado a leer no tenía muy claro que me estabas contado. Esos títulos me estaban despistando. Hasta que he ido comprendiendo que este viaje era muy largo a pesar de no haber recorrido tantos kilómetros como para visitar los lugares por los que pasas. Que bueno cuando un vaso de té o una música callejera nos traslada a lugares del mundo tan lejanos al lugar en el que nos encontramos. Está claro que viajar no es solo conocer lugares, casi siempre la mejor parte es vivirlos.
Un abrazo fuerte.
Como siempre un relato genial, Maru, y de cómo las vivencias y las personas son las que hacen los viajes y lo que nos enriquece muchas veces no está en los museos. Por cierto el mural de Freddy me encanta, es súper chuloooo. Un abrazo
Un recorrido muy chulo el que hicísteis. Nantes no lo conozco y tengo muchas ganas. Lyon y Burdeos me parecieron preciosas y se come de fábula. Florencia, como dije, demasiado atestada de turistas siempre. Pero al fin y al cabo ¿qué somos nosotros? Me ha quedado la duda de si llegásteis a visitar Bérgamo a solo fuisteis al aeropuerto. La verdad es que la Ciudad Alta es muy chula. Como bien comentas, los viajes son momentos y sensaciones y, desde luego, tu las sabes encontrar!
Un beso y feliz año.
Que hermosa reflexión. Justamente llegue de un viaje en donde lo que más valoré fue el cruce con las personas. El conectar con gente de diferentes lugares en un mismo sitio, es viajar por muchos lugares a la vez. Saludos y feliz año nuevo!