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Sábado, 4 Agosto 2012.

 

Dormí poco y mal. La visita el día anterior a los campos de la muerte de Phnom Penh nos había afectado. Tenía ojeras y nuestras caras no eran las mejores aquella mañana cuando bajamos a desayunar.

Café, tortilla francesa, zumo y charlar con Bora hicieron que el sábado mejorase a pesar de la temprana hora. Dejábamos la capital camboyana, la ciudad más poblada del país para irnos a Siem Reap, la ciudad más visitada de Camboya.


 

El trayecto lo haríamos en furgoneta, confiamos en Bora, el recepcionista de nuestro hostel, para organizarlo y a la hora prevista el conductor vino a recogernos. Tras despedirnos de nuestro nuevo, y único de momento, amigo en Camboya, con un sentido abrazo que parecía propio de una amistad de mayor tiempo, nos acomodamos en el pullman.

Me iba con ganas para seguir conociendo el país, y tranquila porque los últimos días del viaje los pasaríamos de nuevo en Phnom Pehn. El agobio inicial que sentí al ser una gran urbe pasó pronto. Descubriendo una ciudad en la que pocos se detenían y que tenía muchos atractivos para dedicarle al menos un par de días.


 

Apoyé la cabeza en la ventanilla pensando en dormitar un poco, pero la posición duró nada porque la carretera estaba sin asfaltar y cada bache era un nuevo golpe. Nos esperaban unas seis horas, poco más de trescientos kilómetros, con parada para comer y cambio de vehículo incluido. Ya teníamos el alojamiento reservado en Siem Reap así que no me preocupaba la hora de llegada y decidí disfrutar del viaje.

Todo llamaba mi atención. Solo llevábamos cuatro días en Camboya, nuestro primer viaje a Asia, y no quería perderme detalle. Algunas casas estaban muy al borde de la cuneta, podía ver su interior desde el bus. Las menos estaban construidas con ladrillo. La mayoría eran de materiales que el lobo del cuento podría destruir tras soplar y soplar.

 

Durante algunos kilómetros no se veía nada más que campo, mucho verde y alguna palmera. Y de pronto aparecía un mercado, un puesto de gasolina bajo una sombrilla o la entrada a un templo budista.

 

 

Al cabo de unas horas paramos. En el cartel del mercado vi que estábamos en Kampong Thom, más o menos en el centro del país, a medio camino entre las dos ciudades principales de Camboya. Una capital de provincias poco visitada en la que nos hubiésemos quedado de haber sabido que tenía interesantes templos menos turísticos que los de Angkor.

Le entendimos al conductor que teníamos media hora para comer antes de que llegase el bus para el siguiente trayecto. Así que nos bajamos de la minivan y seguimos a los locales que se dirigían a un local que parecía un restaurante.

Al entrar el ruido era horrible, mucha gente y camareros de camisa blanca y pantalón negro moviéndose a toda velocidad por una sala enorme. La mayoría de los comensales eran locales y chinos, éstos comían rápido y en seguida eran sustituidos por otros en cuanto se levantaban de la mesa.

Estaba a punto de irme cuando en la carta leí que había patatas y huevos fritos. Nos miramos y al momento pedimos dos platos para que los fuesen cocinando mientras esperabamos mesa. La comida asiática me gustaba, estaba feliz de comer tallarines, arroz, fideos y mucha fruta. Una alimentación de lo más sana que tras pocos días en el país ya notábamos en el cuerpo. Pero aquél plato de mi comida favorita me supo a gloria, y volvimos al punto acordado con energías renovadas para más horas de viaje.


 
 
 

En un local-oficina a medio montar, esperamos junto a otros viajeros, al autobus que nos llevaría a la ciudad de los templos. Llegamos a Siem Reap por la tarde y nos recibió una marabunta de gente. Con las señas del hostel en un papel emprendimos la búsqueda hacia la que sería nuestra casa los siguientes días. Lo habíamos reservado a través de Bora, nuestro recepcionista-amigo-ángel-en Camboya, porque pertenecía al primo del dueño de nuestro hostel en la capital.

El Angkor King, no podía tener otro nombre más original, resultó estar bien situado y cerca de las calles principales de la ciudad. El hotel era sencillo, con una terraza cubierta donde servían desayunos y ricos menús, un baño decente y una habitación enorme que me habría encantado redecorar.


 

 

Tras una reconstituyente ducha que nos quitó kilómetros de encima, salimos a conocer Siem Reap. Los comercios y negocios eran distintos, todo mucho más enfocado al turista que en la capital. Bares con decoración occidental, tiendas de tatuajes, decenas de tumbonas esperando clientes para ser masajeados, locales de cambio de moneda y mucha gente.

Nos acercamos a la que nos indicaron como central de autobuses para curiosear qué opciones teníamos para ir a Angkor y a nuestro siguiente destino , pero no nos enteramos de nada. Hablaban súper rápido, con unas palabras sueltas de inglés entre el complicadísimo khemer y nuestros cerebros no daban para mucho así que decidimos seguir callejeando y preguntar en el hotel.

Yo caminaba un poco en automático, supongo que con cara de flipi porque seguían sorprendiéndome muchas cosas. Como las enormes esculturas que adornaban parques y rotondas. Acostumbrada a señores europeos, como mucho montados a caballo, aquéllos animales o divinidades me parecían de lo más divertido e interesante.


 

En Camboya el 96 % de la población es budista. La escultura camboyana tiene influencias indias y el tema principal es el religioso.
Es normal encontrar en cualquier calle representaciones de los dioses Shiva y Visnu, así como elefantes, tigres o monos.


 

Terminamos la tarde en unas cómodas sillas de uno de los infinitos bares que había en el centro. No exagero si estuvimos allí sentados dos horas, que para nosotros era un mundo de tiempo quietos, viendo la vida pasar como suele decirse. Era significativa la diferente fisonomía de la gente que veíamos pasar. Los camboyanos, incluso los de aspecto "moderno-occidental", eran delgados, no muy altos, de tez morena y pelo negro muy liso. Mientras que la mayoría de los extranjeros de Siem Reap eran rubísimos, altísimos y con algunos kilos de más.

Aprovechamos para ojear una guía en francés que nos había dejado Bora y una revista sobre los templos de Angkor. Todavía no era muy consciente de que ya estábamos a pocos kilómetros de esa maravilla arquitectónica. Fue de esos momentos viajeros de reflexión, de pocas palabras entre nosotros, de apuntes y anotaciones. Estábamos en Camboya, ese país que de pequeños veíamos en el mapa como Kampuchea, ese destino lejano al que ni siquiera soñabas con ir porque de Asia solo existía Vietnam, Japón y China.

Me sentía afortunada y agradecida de poder haber llegado hasta esa parte el mundo. Sin prisas y en silencio volvimos al hotel. Nos dormimos rápido, al día siguiente era domingo así que evitaríamos ir a Angkor por ser un día de muchas excursiones. Lo dedicaríamos a visitar la ciudad de Siem Reap, porque eclipsada por los templos nada sabía de ella y quería conocerla. Aunque la primera toma de contacto no había sido demasiado buena: más neones y fosforitos de los que mi vista podía soportar, demasiada gente y souvenirs. Pero quizá nos sorprendiese tanto como Phnom Penh.


 
 

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11 Comments

  1. Kris dice:

    ¿Huevos fritos con patatas en Camboya? Y además con puntilla, como los hacía mi abuela. No sé si estarían ricos o no, pero tu cara es de placer. Yo te confieso que también son uno de mis platos preferidos, aunque lo como menos de lo que me gustaría. Nosotros hicimos ese trayecto a la inversa, de Siem Reap a la capital camboyana, pero elegimos el avión. Por un lado me dio pena, pero íbamos con el tiempo contado y no quería perder ni una hora. Pero por otro lado, cuando hicimos en Laos varios trayectos en van y fui encajonada entre viajeros y maletas durante horas, me alegré de haber volado en Camboya. Un abrazo.

  2. Me siento muy identificado contigo en algunas partes de la historia, y eso que nunca estuve en Camboya. En mi viaje por Tailandia me pasó algo parecido con la comida. La tailandesa está buenísima, hay mucha variedad y podrías pasar una vida probando platos distintos… pero un día pasé por delante de una pizzería y tuve que entrar y tomarme una pizza. Fue la peor que tomé en mi vida (mucho peor que la congeladas de cualquier súper), pero necesitaba desconectar de los sabores dulce/picante. Otra cosa que me sorprendió, y que veo que en Camboya es igual, son esas furgonetas tan preparadas. En Europa no las vi en ninguna ciudad, y para el turismo me parecen perfectas.

    • Maruxaina Bóveda dice:

      Hola Rafa,
      Sí que las furgonetas serían una buena opción de transporte, nosotros en Europa sí las usamos en Rumanía hace años para algún trayecto. Sobre la comida decirte que aún recuerdo el sabor de aquel plato de huevos con patatas 😛
      Cuando podamos volver a viajar te animo a que apuntes Camboya en tus lista viajera. Os gustaría y la gente es encantadora. Un abrazo.

  3. Luz E. dice:

    Me voy contigo en este día a Camboya. La verdad es que, de momento, no es un viaje que entre en mis planes, pero hacerlo contigo tampoco es mal plan, ¿no? Coincidimos (además de en otras cosas) en que también me fijo mucho en la fisionomía de los locales de los lugares a los que viajo… A veces somos taaan diferentes, y en la mayoría de los casos los europeos salimos perdiendo (sobre todo hablando de comida saludable y actividad deportiva, esas cosas). Pd: qué rico te supo ese huevo frito con patatas, se te ve en la cara! Abrazo.

    • Maruxaina Bóveda dice:

      Gracias por acompañarme siempre guapa 😉 Camboya es un buen país para empezar a viajar por Asia, amable, tranquilo y precioso.
      Tienes toda la razón, los europeos salimos perdiendo en cuanto a fisionomía. Lo comentamos mucho, el casi mes que estuvimos en el país hizo que nos volviésemos con un tipo divino jajaja. La alimentación más sana y el beber tantísimo hizo que fuésemos todo fibra! Nos pasa también en Marruecos, el té continuo, las frutas y la alimentación se nota si pasas unas semanas por allí.
      Y sí, la foto creo refleja lo rico que me supo aquél plato, aún hoy, años después lo recuerdo!
      Un abrazo guapa.

  4. La verdad es que Camboya es un destino que me encantaría visitar, como muchos de Asia, pero por ahora no lo contemplo. Hay tanto por ver… que se nos acumula. Todo aquel que visita Asia queda prendado y repite una y otra vez a distintos países, así que antes he decidido decantarme por Europa o África. Espero que me llegue el turno de Asia, que igual pillo una oferta y da un giro mis preferencias. Yo mientras voy viajando contigo 😉
    Un abrazo muy fuerte.

    • Maruxaina Bóveda dice:

      Hola Mª José,
      Gracias por tu comentario, me alegra haberte llevado a Camboya 🙂
      Asia engancha y Camboya en particular me parece un país perfecto para empezar a conocer el continente. Es amable, seguro y tranquilo.
      Tarde o temprano, lo visitarás seguro. Un abrazo.

  5. Primero, y siempre quiero comentarlo y me olvido, me encanta la forma en la que escribes, es agradable, fácil, entretenida y te deja con ganas de más. Segundo, aun no hemos estado en Asia, y aunque también nos encanta su comida… ¿Quien puede evitar la tentación de unos huevos con patatas? jeje Yo tengo un particular problema con los trayectos largos en minivan, o bus, y es que termino exageradamente muy mareado, y siempre pienso como haré cuando visite estos países de recorridos largos y con tanto movimiento. También creo que es importante tener momentos de reflexión y que no todo sea estar viendo y recorriendo lugares constantemente. ¡Abrazo! 🙂

    • Maruxaina Bóveda dice:

      Hola familia,
      Toda la razón, ante unos huevos con patatas poco se puede hacer 😉 Supongo que ahora habrá más combinaciones y formas de viajar por Camboya, en los que podrías hacer más paradas para evitar mareos. También es un país que se presta mucho a esos momentos de no hacer nada, porque como dices no todo va a ser recorrer lugares, también hay que sentirlos.
      Muchas gracias por vuestras palabras, pronto podreis leer la siguiente entrada de este diario. La visita a los increíbles templos de Angkor.
      Un abrazo.

  6. Debe de ser la primera vez que no me llama la atención el destino que nos enseñas, no me.llama demasiado Camboya. Sin embargo como siempre al leer tu narración, me he sentido en tu piel, sentafa por ejemplo en la van, coasi sintiendo los coscortones en la frente y he acabado de relax en la terraza sin hacer nada, que a veces es como menor se está. Un abrazo

    • Maruxaina Bóveda dice:

      Hola Carmen,
      Muchas gracias por tu comentario y tu sinceridad 🙂
      Para nosotros Camboya fue mucho mejor de lo que esperabamos cuando viajammos al país, volveríamos sin duda. Espero que la próxima sin coscorrones pero con más momentos de relax como bien dices. Un abrazo.

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