En el estado de Brandenburg y a cuarenta kilómetros de Berlín se encuentra Werder. Este precioso pueblo alemán es famoso por su festival dedicado a las flores, su casco histórico situado en una isla y su tradición vinícola y frutícola.
Está en el distrito de Potsdam-Mittemark, sí cerca de la ciudad de los palacios y jardines. Y también cerca de donde nosotros vivimos, Brandenburg an der Havel. De hecho el nombre de Werder podéis encontrarlo acompañado del nombre del río Havel que baña esta región alemana.
Hoy os cuento qué ver en Werder. Un lugar para recorrer a pie, en bicicleta o desde el agua. El río Havel y los lagos que lo rodean hacen que Werder sea escogida para practicar deportes acuáticos. Veleros, kayaks, lanchas o canoas salpican un paisaje de postal que se completa con un antiguo molino y la altísima torre neogótica de la iglesia de Heilig Geist.
Éstos son los sitios más interesantes del pueblo que conocimos hace unos días. Fue casualidad ya que volvimos a hacer eso que tanto nos gusta. Ir a la estación de tren y comprar un billete para el primero que salga. La primera impresión de Werder no fue nada esperanzadora, una gran chimenea de ladrillo y algunas casas sin alma. Pero tras un par de calles descubrimos que aquél lugar prometía ser interesante.
A finales del siglo XIX se construyeron varias tabernas en las colinas para aprovechar el tráfico del río Havel. Tanto la conocida Bismarckhöhe como Friedrichshöhe tienen unas vistas espectaculares, tanto que dicen que en los días claros puede verse Postdam.
Durante décadas estos locales eran el punto de reunión para la celebración de fiestas y eventos. Friedrichshöhe data de 1896 y actualmente está cerrada. Conocida como el "Jardín de la Cerveza" con sus 30.000 metros cuadrados y por tener un tobogán que llegaba casi a la estación de tren salvando el desnivel de 71 metros de altura. Fue diseñada como una torre de vigilancia y servía de catering para los turistas, quienes podían disfrutar de la comida y bebida al aire libre.
Mientras Bismarckhöhe es de estilo más clásico y tiene mejores vistas que la anterior. Sigue funcionando, se celebran tanto eventos privados como públicos. Genial para tomar un café, comer o disfrutar del vino de las cepas más antiguas de la zona. Una estupenda terraza panorámica, su gran salón de baile (considerado de los mejores de la región) y ver desde lo alto el paisaje acuático de Werder son buenos motivos para conocer esta histórica taberna.
Para llegar a la ciudad vieja de Werder, el Altstad, debemos cruzar un puente. Detalle que le regala un encanto especial al lugar. Rodeada por las aguas del Havel, es perfecta para olvidarse del coche. El Aldstad hay que recorrerlo a pie o en bicicleta.
Para muchos el casco antiguo de Werder tiene aires toscanos. A mí me recuerda más a los pueblos franceses de la Nouvelle-Aquitaine. Caminando por su empedradas calles encontramos casas en tonos pastel, flores que parecen de mentira por lo perfectas que son, detalles marineros y mucha gente comiendo helados.
En el centro histórico están los lugares más visitados: el molino, la iglesia de Heilig-Geist y las zonas verdes al borde del río Havel. Sus puntos de interés son la foto de las pocas postales que encontramos en una de sus bonitas tiendas de artesanía.
El Baumblüten Festival se celebra cada mes de mayo y es una ocasión perfecta para visitar Werder. Los jardines, balcones y calles lucen en plena primavera sus mejores galas con flores de todo tipo y color.
Es el tercer festival de mayor duración en Alemania y tiene lugar desde 1879. Eligen una Reina de las Flores y los werderianos venden sus vinos de frutas delante de casa y en algunos casos te invitan a entrar para conocer sus pequeñas bodegas y viñedos. Algo que me recordó a los furanchos gallegos. Son famosos en Werder sus vinos de manzana, melocotón, mora o pera.
La iglesia de Heilig Geist es un buen punto de referencia para conocer el pueblo ya que su torre de 45 metros de alto puede verse desde cualquier lugar de Werder. Está ubicada en el mismo lugar que los monjes cistercienses del monasterio de Lehnin eligieron para levantar el primer templo en 1250.
El edificio neogótico era para el poeta Fontane una pequeña catedral. Fue demolida por deterioro y en 1856 se construyó una nueva con antiguas piedras de la iglesia anterior y ladrillos de las localidades cercanas Rathenow y Glindow. El resultado mostraba la prosperidad de Werder aquéllos años, cuando su comercio de frutas y verduras abastecía la región y la ciudad de Berlín.
En el jardín de la iglesia de Heilig-Geist puede visitarse el cementerio. Algunos pequeños panteones en el muro del fondo y lápidas sobre tierra, tampoco aquí vemos los paneles de nichos típicos de abundan en España.
Lo más destacado del camposanto es la tumba dedicada a un grupo de estudiantes. Llama la atención la escultura que parece tapada con una sábana y las edades grabadas en las pequeñas lápidas que la rodean. Eran jóvenes acusados de espionaje que fueron ejecutados en Moscú por la Stassi, el servicio de de inteligencia de la República Federal Alemana.
Frente a la iglesia Heilig-Gesit , y compartiendo todas las fotos-postal, está el molino de Werder. El Bockwindmühle o molino de viento destaca entre los árboles verdes con su oscura madera y sólo sus aspas interfieren en el cielo, que ese día estaba muy azul primavera.
El molino original se quemó en 1973 y no fue posible reconstruirlo. Empezó a funcionar en el año 1500, cuando se le concedió a Werder el derecho de molienda. Y es un gran orgullo para los werderianos. Así que se organizaron y buscaron uno similar. En 1985 lo compraron por 6000 marcos en Klossa a poco más de cien kilómetros de donde hoy se ubica el molino. Un grupo de especialistas de distintos oficios lo recibieron desmontado y con las piezas numeradas.
Se inauguró en 1991 y tiene un propio festival: el Mühlenfest. Se celebra en agosto y los locales agradecen al molino su ayuda al terminar la II Guerra Mundial ya que funcionó y dio alimento hasta 1949. Hay también un pequeño museo con objetos de madera utilizados para moler y transportar el grano.
Nuestro paseo por Werder terminó de vuelta a la estación de tren. Por otro camino en el que se sucedían las casas unifamiliares con jardín, camas elásticas, adornos en las ventanas y flores, muchas flores.
¿Conocíais el lugar? Dicen que es uno de los bonitos pueblos que forman el Havelland. Una postal en colores pastel, lugar de recreo de berlineses y amantes del agua perfecta para un día de excursión.